Prisionera
de mis propios pensamientos
Pocas veces me detengo
a pensar qué pienso.
Antes de que me de
cuenta, he recibido una información del exterior “X”, la he convertido,
mediante un proceso de identificación-asociación, en un pensamiento “Y”, y le
he sumado una reacción emocional “Z”.
Ese pensamiento “Y”, y
esa emoción “Z”, de los que no poseo ningún control, dan lugar a una serie de opiniones,
actitudes y/o comportamientos, de los que tampoco poseo ningún control, que, a su
vez, dan lugar a otros pensamientos y emociones, que se manifiestan en otras opiniones,
actitudes y/o comportamientos en un bucle que parece no tener fin y que, ajenos
a mi voluntad al no ser consciente de ellos, determinan a su antojo mi
experiencia….
“Me levanto. Al subir
la persiana veo que está lloviendo. En mi mente la lluvia pasa a ser tráfico
denso.
Siento cierto malestar.
-Vaya mierda de tiempo- opino- con todo lo que
tengo que hacer hoy-. Me tenso.
Mientras me visto, la imagen del tráfico pasa a
ser la de la última vez que llegué tarde.
Sin saber muy bien por qué empiezo a
sentirme culpable.
En ese estado alterado saco el café del microondas, sin
esperar, le doy un sorbo y me quemo.
Suelto de mi mano la taza y de mi boca un
improperio.
-Vaya mierda de día -vuelvo a opinar- Mal empiezo- Me cabreo.
La
bronca de mi jefe aquel día que llegué tarde al trabajo ocupa ahora mi
pensamiento.
Mi enojo va en aumento.
-Ahora que como me diga algo hoy, la vamos
a tener… ¿Quién se habrá creído él que es? -valoro- No es culpa mía que esté
lloviendo -busco un culpable-Tampoco lo fue que la otra vez hubiera tanta
gente en el médico- Lo encuentre o no lo encuentre, me enfurezco…
Decido coger
un taxi. Tarea difícil en mi calle, y con la que está cayendo. Contra todo
pronóstico tengo uno en la puerta. Sintiéndome como me siento, no caigo en la
suerte que tengo y no lo agradezco.
-Por
favor que no sea un taxista de los que te dan la chapa -juzgo- . Que no estoy de humor -sentencio-
La cara de mi jefe, en mi mente, se funde con la cara del taxista, en el espejo, que, como
no podía ser de otra forma, me pone al corriente del clima, del tráfico y de
los rigores de su profesión.
-¿Qué he hecho yo hoy para merecer esto?- pienso.
Rabia, impotencia, y unas ganas tremendas de salir corriendo, siento.
Llego a
la oficina, no sé cómo ha sido, no prestaba atención, pero llego a tiempo.
Mi
compañero de trabajo me pregunta si quiero un café.
Yo ni le miro, estoy viendo
mi taza favorita rota en el suelo, ni le
contesto.
-Mira que eres arisca -me dice-.
-Vete a la mierda -le suelto-.
-Por
cierto, ha llamado el jefe, que se aplaza la reunión, que llega tarde, que está
lloviendo-.
Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Será…”
Y todo por un
pensamiento que ni siquiera sé que pienso.
También suele ocurrir
que mi mente interprete, por su cuenta, lo que ve con agrado, y, del mismo modo,
partiendo de ese pensamiento feliz, y de su emoción correspondiente, y por
efecto de su onda expansiva , mi experiencia se traduzca en “no sé qué es, ni
por qué, pero hoy me siento bien”…”hoy el día me sonríe”…”hoy tengo el guapo
subido”…”qué lindo”…”qué bonito”… “qué simpático el taxista”… “qué detalle,
gracias por el café, mañana te invito yo”…”a pesar del tráfico, me encantan los
días de lluvia”…
En ambos casos,
prefiera el que prefiera, no dejo de estar bajo el dominio de mi pensamiento.
Y tú, ¿sabes lo que
estás pensando en este momento?
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