“La historia sucedía en la India. Un
maestro espiritual enseñaba desde hacia años a varios discípulos, de los cuales
cuatro eran ciegos. Estos cuatro discípulos eran muy meticulosos y seguían
escrupulosamente las enseñanzas de su Maestro. Hacia ya muchos años que la
situación persistía y los cuatro discípulos empezaban a preguntarse si un día
llegarían a la iluminación prometida.
Se
reunieron pues para intercambiar sus preocupaciones y decidieron que debían
entrevistarse con el maestro y hablarle con franqueza. Fueron pues a ponerse a
los pies del maestro, y allí, osaron formular la pregunta.
-Maestro,
seguimos fielmente sus enseñanzas desde hace años. ¿Cuándo alcanzaremos la
iluminación? Deberíamos estar ya preparados, ¿no lo cree así?
El
maestro miró unos instantes a los cuatro, luego pareció tomar una decisión.
-Muy
bien-les dijo- veo que vuestros deseos de entrar en unión con la madre Divina es
muy grande. Así, voy a daros, a partir de hoy, una posibilidad de demostrar
vuestra capacidad de recibir sublimes energías.
Al
oír estas palabras los discípulos rebosaron de alegría, pero por supuesto
esperaban una dura prueba.
-¿Estáis
listos?- les preguntó el maestro.
-Sí,
ciertamente- respondieron a coro los discípulos- Dinos qué hay que hacer, y lo
haremos.
-En
el bosque vecino hay un claro, y en ese claro hay un elefante. Vais a ir al
claro. Sé que nunca habéis visto un elefante puesto que sois ciegos de
nacimiento. Pero vais a entrar en contacto con el elefante con la ayuda de los
sentidos que os son disponibles y dentro
de una hora volveréis y cada uno me hará una descripción del elefante. En
marcha.
Los
discípulos quedaron muy sorprendidos; la prueba era simple y ridícula. Pensaron
que después de muchos años de estudios con el maestro, estaban ya preparados.
Esto no era más que una formalidad.
Se
marcharon pues alegremente al claro y allí cada uno entró en contacto con el
elefante. El primero cogió la cola. Entonces pensó: “Un elefante vive en el
aire. Es redondo y largo y se termina con un mechoncito de pelos. Muy bien, ya
sé lo que es un elefante.” El segundo, cogió la pata, la palpó con sus manos.
Pensó: “Un elefante es grande y rugoso como un árbol, tiene una piel espesa y
llena de pliegues, vive en la tierra.
Muy bien, ya sé lo que es un elefante.” El tercero cogió la trompa, y tuvo su
experiencia con el elefante, al igual que el cuarto que tocó la oreja. Muy
felices, seguros de ellos mismos y charlando alegremente, volvieron al maestro
a la hora prevista.
Entonces
el maestro les preguntó:
-¿Quién puede
decirme qué es un elefante?
El
primero, no pudiendo contener su dicha, le dijo sin esperar:
-Maestro,
un elefante vive en el aire. Es redondo y largo, muy suave y se termina con un mechoncito
de pelo.
-En
absoluto- replicó rápidamente el segundo- un elefante es grande y rugoso como
un árbol, tiene la piel arrugada y vive en la tierra.
-Por supuesto
que no- gritó el tercero- Voy a deciros
Maestro qué es un elefante.
Y empezó a
describir la trompa. Antes de que hubiera terminado la descripción, el cuarto,
que no podía contener su impaciencia, le interrumpió para dar su propia
descripción del elefante, o sea la oreja. Pero no pudo terminar porque los
otros tres protestaron, defendiendo cada uno su propia percepción, y así empezó
una gran disputa. El Maestro les dejó pelearse un momento y luego, como la
disputa no se acababa, rogó silencio para decirles que la iluminación, en
definitiva, no era para hoy."
Texto sacado de “El poder de elegir” de
Annie Marquier ¿Qué tomamos como Realidad, lo que Es, o lo que creemos que es? ¿Cuál de los discípulos está en lo cierto, y cuál no?
Reconocer y Aceptar que lo que percibimos es solo una cara de la realidad es el primer paso para cambiar nuestra manera de experimentar la vida.